¿Estoy vivo o muerto? ¿Cómo he llegado hasta aquí? Y, sobre todo, ¿dónde estoy? Ahora recuerdo. ¡Oh, Dios mío! Esto ha sido una bomba, un atentado; o quizás un terremoto. Estaba en casa y de repente todo empezó a moverse y a dar vueltas. ¡Sin duda estoy muerto! Y entonces, ¿esto qué es? No puedo moverme; de hecho, no siento mis piernas ni mis brazos. ¡Qué sensación más desagradable! Soy una especie de vegetal.
Pero, quizas… ¿y si estuviera vivo? ¿Y si esto no fuera más que un lugar en el infierno que se esconde bajo el amasijo de escombros de un edificio derruido? Es una posibilidad. La verdad, no sé que prefiero.
De una manera u otra, tengo que tener la tranquilidad, guardar la calma. Si estoy muerto, el tiempo será el que me aclare dónde estoy y qué es lo que me espera; y si estoy vivo, ¡Dios mio! Si estoy vivo, creo que muy pronto voy a dejar de estarlo.
Alguna vez he escuchado que, en estos casos, la vida depende del oxígeno que quede en este espacio en el que me encuentro.
¡Socorrooooooooooooo! ¡Estoy aquííííííííííí!
Tranquilo. Tengo que guardar la calma. Mi vida, si es que aún la conservo, depende de ello. No puedo desesperarme. Esto es lo más importante para mí, en este momento. He de respirar hondo, relajarme, seguro que llegarán a por mí.
Pero, ¿por qué a nosotros? ¿Qué hemos hecho sino trabajar y cumplir con nuestros deberes, cada día, incluso sabiendo que nunca saldríamos de la miseria en la que estábamos?
¿Por qué este mundo, esta vida, incluso la propia naturaleza, se ensaña siempre con nosotros, con los que menos tenemos, con quienes pasamos por este mundo arrastrándonos y con la única meta de sobrevivir al día siguiente, sin conocer la ilusión ni la felicidad?
Quizás hoy sea mi día de suerte. Quizás esté muerto en realidad y se haya acabado para siempre el sufrimiento, el hambre, el paro y el arrastrarme ante los poderosos por un poco de compasión.
No, no no!! Me estoy alterando, mi pulso corre y eso no puede ser bueno. Si sigo vivo, tengo que mantener la calma, ¡por Dios! Pero ésa sigue siendo mi duda, mi gran pregunta: ¿¡sigo vivo o dónde demonios estoy!? Hace unas horas sí lo estaba, aunque, ¿lo estaban también todos esos que viven una vida irreal, basada en que otros muchos, la mayoría, sufrimos y nos arrastramos desde que nacemos hasta que nos vamos? ¡Ellos sí que no están vivos! ¡Viven en el limbo, ajenos a lo que es el mundo real!
¡De nuevo me altero y no puede ser! Calma, respira, no pienses.
¡Un momento! ¡Ahí hay una luz! ¡Y esto se mueve! ¡Oh, Dios, sí estoy vivo! Ahhhhh, mis piernas, cómo me duelen ahora las piernas! Creo que no lo voy a resistir. Pero he de ser fuerte. ¿Dónde estarán mis padres? ¿Cuándo acabará todo esto? ¡Creo que me van a sacar! ¡Oh, Díos, esa luz! ¡Me ciegaaaaaaaaaaa!
Jefersson murió hace hoy una semana, después de tres días sepultado bajo los escombros del terremoto en Puerto Príncipe (Haití) y otros tres en superficie, en los brazos de su madre, esperando los equipos médicos que habían de proceder a su entubación.
Pero, quizas… ¿y si estuviera vivo? ¿Y si esto no fuera más que un lugar en el infierno que se esconde bajo el amasijo de escombros de un edificio derruido? Es una posibilidad. La verdad, no sé que prefiero.
De una manera u otra, tengo que tener la tranquilidad, guardar la calma. Si estoy muerto, el tiempo será el que me aclare dónde estoy y qué es lo que me espera; y si estoy vivo, ¡Dios mio! Si estoy vivo, creo que muy pronto voy a dejar de estarlo.
Alguna vez he escuchado que, en estos casos, la vida depende del oxígeno que quede en este espacio en el que me encuentro.
¡Socorrooooooooooooo! ¡Estoy aquííííííííííí!
Tranquilo. Tengo que guardar la calma. Mi vida, si es que aún la conservo, depende de ello. No puedo desesperarme. Esto es lo más importante para mí, en este momento. He de respirar hondo, relajarme, seguro que llegarán a por mí.
Pero, ¿por qué a nosotros? ¿Qué hemos hecho sino trabajar y cumplir con nuestros deberes, cada día, incluso sabiendo que nunca saldríamos de la miseria en la que estábamos?
¿Por qué este mundo, esta vida, incluso la propia naturaleza, se ensaña siempre con nosotros, con los que menos tenemos, con quienes pasamos por este mundo arrastrándonos y con la única meta de sobrevivir al día siguiente, sin conocer la ilusión ni la felicidad?
Quizás hoy sea mi día de suerte. Quizás esté muerto en realidad y se haya acabado para siempre el sufrimiento, el hambre, el paro y el arrastrarme ante los poderosos por un poco de compasión.
No, no no!! Me estoy alterando, mi pulso corre y eso no puede ser bueno. Si sigo vivo, tengo que mantener la calma, ¡por Dios! Pero ésa sigue siendo mi duda, mi gran pregunta: ¿¡sigo vivo o dónde demonios estoy!? Hace unas horas sí lo estaba, aunque, ¿lo estaban también todos esos que viven una vida irreal, basada en que otros muchos, la mayoría, sufrimos y nos arrastramos desde que nacemos hasta que nos vamos? ¡Ellos sí que no están vivos! ¡Viven en el limbo, ajenos a lo que es el mundo real!
¡De nuevo me altero y no puede ser! Calma, respira, no pienses.
¡Un momento! ¡Ahí hay una luz! ¡Y esto se mueve! ¡Oh, Dios, sí estoy vivo! Ahhhhh, mis piernas, cómo me duelen ahora las piernas! Creo que no lo voy a resistir. Pero he de ser fuerte. ¿Dónde estarán mis padres? ¿Cuándo acabará todo esto? ¡Creo que me van a sacar! ¡Oh, Díos, esa luz! ¡Me ciegaaaaaaaaaaa!
Jefersson murió hace hoy una semana, después de tres días sepultado bajo los escombros del terremoto en Puerto Príncipe (Haití) y otros tres en superficie, en los brazos de su madre, esperando los equipos médicos que habían de proceder a su entubación.