domingo, 22 de abril de 2012

La selva argentina


Es, sin duda, Argentina uno de los países que más me atraen en este mundo. Argentina es grande en todos los sentidos: enormes extensiones de terreno casi sin fin, ilimitados recursos naturales en su más salvaje expresión, la mayor parte de las versiones climáticas, geográficas y biodiversas que nuestros sentidos pueden disfrutar en este planeta y un pueblo que ha sabido sufrir como nadie la golfería y la idiotez congénitas de quienes lo han gobernado en las últimas décadas.

Su presidenta, la señora de Kirchner, acaba de dar una vuelta de tuerca más, demostrando que en la política argentina, como en otras, no sólo cabe el robo a mano armada, el desfalco, la corrupción institucionalizada hasta los tuétanos, la ineficacia más palmaria, la ridiculización del pueblo hasta el hastío o la elevación a semi-dioses de tipos que tienen enormes dificultades para hacer la ‘o’ con un canuto, sino que también es factible hacer de vientre sobre la ley con total naturalidad y, eso sí, en defensa de esa ciudadanía a la que un día le niegan el acceso a sus ahorros y otro día le suben los impuestos en beneficio de la colectividad.

Doña Cristina, esa adicta al bótox ‘capaz’ de servir al mismo tiempo al lujo y al proletariado, en nombre de su difunto marido, que en paz descanse por muchos años, no ha tenido el menor empacho en dar un paso que hasta ahora nadie se había atrevido, saltándose la ley para dejar sin derecho alguno a una empresa que había invertido enormes cantidades de dinero en su país. Bien es cierto que Repsol había realizado esas inversiones en su propio beneficio, como es intrínseco a cualquier empresa (de no ser así, más que empresa sería ONG), pero con ello había creado puestos de trabajo, generado tributos al Estado, animado la inversión extranjera en la república del cono sur y, en general, como solemos decir por estos lares, generado ‘valor’, algo de lo que no andamos muy sobrados ni en Argentina ni en España.

Con su vil asalto, con su atraco a mano armada a su propio Estado de derecho, con el tiroteo sobre la ley que el propio Estado argentino se había otorgado, la aprendiz de Evita Perón, la ‘Barby-viuda del leninismo’ ha colgado sobre las fronteras de su amado país un gran cartel de ‘no invertir aquí; no le aseguramos que vayamos a respetar las normas’, además de aclarar a su ciudadanía que la ley sobre la que se cimenta su convivencia tiene el mismo valor que sus cuentas corrientes en la época del corralito.

Sin embargo, no se crea usted, mi admirado lector, que Argentina está tan lejos de nuestra amada patria. Aquí también tenemos alguna experiencia en ciscarnos sobre las leyes que nosotros mismos nos hemos dado, como cuando tiramos abajo las casas que nuestras propias instituciones han permitido construir o cuando queremos derribar el Hotel de El Algarrobico, a pesar de que en su día recibió los permisos para construirse.

domingo, 15 de abril de 2012

Pulverizando mitos sobre la discapacidad

(PUBLICADO HOY DOMINGO, EN DIARIO IDEAL ALMERÍA: http://www.ideal.es/almeria/v/20120415/almeria/pulverizando-mitos-sobre-discapacidad-20120415.html).

A Carlos Tejada Rovira ya lo conoce usted, aunque si me lo permite, yo se lo voy a presentar un poco más. Quién más, quien menos, habrá oído hablar de sus ‘andanzas’ (‘nadanzas’, más bien) traducidas en títulos de lo más variopinto en la piscina. Carlos ha sido varias veces campeón de España. De hecho, en el último Estatal FEDDI, el de este año, se llevó tres medallas y subió a su palmarés otros dos récords de España.
Carlos es, además de una estrella de la natación ‘adaptada’ y un deportista con un espectacular futuro, al que los almerienses esperamos ver este verano en los Paralímpicos de Londres, un chico con discapacidad. A sus 23 años, su tesón y el de su familia han convertido su discapacidad intelectual, de en torno a un 60%, en el reto alrededor del que giran sus vidas. Unas vidas felices y satisfechas en el día a día.
A Carlos tengo el placer de conocerlo personalmente desde hace años, aunque jamás pensé que me tiraría a la piscina con él. La idea de este ‘reto’ ha sido de los ‘amigos’ (con amigos como ésos…) de Verdiblanca, asociación de personas con discapacidad que hacen de su trabajo no sólo un gusto, sino una labor social y de integración imprescindible.
A Antonio Sánchez de Amo y a Elena Sevillano pertenecen las mentes calenturientas que dieron a luz la idea de que un tipo de ésos a los que la sociedad identifica como ‘normal’, o sea yo, se lanzara a competir en la piscina con otro a los que hemos dado en calificar como ‘con discapacidad’, o sea Carlos.
La discapacidad es algo que todos sabemos que está ahí y sobre la que cualquiera que tenga la cabeza más o menos sobre los hombros es consciente de la necesidad de colaboración que requiere por parte de todos. Sin embargo, andamos todos muy ocupados en nuestras miserias del día a día, en nuestros problemas de la ‘señorita Pepis’, en nuestras urgencias de cuarto de hora, como para dedicarle siquiera un segundo.
Los seres humanos nos hemos acostumbrado a poner lo urgente siempre por delante de lo importante y podemos pasar meses, años o vidas enteras sin acaso mover un solo dedo por otro ser humano que no seamos nosotros mismos. Es nuestra historia. La mía al menos. ¿Y la suya?

El reto
Así pues, mi reto era calzarme el bañador y el gorro de baño, enseñarle al amigo Pepe Mullor (fotógrafo) las lorzas tan recientemente regadas con todo el material gastronómico de la Semana Santa y ubicarme en la calle de al lado, junto a Carlos Tejada, a ver cuánto tiempo aguantaba viéndole las plantas de los pies.
El escenario del crimen fue la piscina del Club Natación Almería, donde Carlos entrena más de dos horas al día de lunes a viernes y otras dos y media los sábados, a las órdenes de Carlos Palacios, su técnico de agua.
Su entrenamiento semanal se completa con tres sesiones semanales a las órdenes de ese crack almeriense de la preparación física que es Antonio ‘Tato’ Casimiro Andújar, además del trabajo junto al psicólogo deportivo Alfonso Ibáñez.
Así es como Carlos se ha plantado en la recta final del camino a los Paralímpicos de Londres, para lo cual se le han fijado unas marcas mínimas de 2,08 en los 200 libres y 1,8 en 100 espalda. Este verano, espero estar pegado a la tele para ver en acción al único deportista olímpico contra el que he competido en mi vida.
Comprenderá usted que, entre su currículo, su régimen de entrenamiento y la imagen que vi reflejada ante un espejo al salir del vestuario, el agua me pareciera especialmente fría a la hora de lanzarme a la piscina e 25 metros.
El reto consistía en dos series: una de 100 libres y otra de 50 espalda. Era para lo que daba la máquina. La mía, obviamente, no la de Carlos. El resultado es mejor dejarlo para otro capítulo. Tan sólo recuerdo que cuando yo completé mis primeros 25 metros, el tipo de al lado ya había tocado la otra pared, la de los 50.

Discapacidad
Ignoro si habrá alguien a quien le sorprenda el hecho de que la etiqueta de la discapacidad caiga al suelo a una velocidad de vértigo en el preciso instante en el que colocamos a sus portadores en una acción o actividad que no es la específica de dicha discapacidad.
Discapacidades tuvieron, como es sabido, algunos de los genios más sobresalientes en la historia de la humanidad. Discapacidad tienen todos aquellos que participan en los Juegos Paralímpicos cada cuatro años y que, todos, están en objetiva disposición de darnos a cualquiera una tunda de dimensiones parecidas a la que yo recibí el miércoles pasado. Y discapacidad tienen también otros muchos seres humanos, no tan conocidos como Carlos, absolutamente anónimos, que también a diario ofrecen lecciones acaso no tan noticiosas como ésta a la que nos referimos, pero tanto o más digna de admiración. Y lo grave es que ni los conocemos ni parecen interesarnos.

¿Quién es el normal?
Tras el reto, Carlos empezó su entrenamiento diario (es triste que el paseíllo conmigo no sirviese ni siquiera de entreno) y yo tuve la ocasión de charlar un rato con su padre y su entrenador. Alfonso Palacios lo define como “un tipo siempre de buen humor, que siempre sonríe, da mucho cariño y también necesita mucho. En la piscina es uno más, pero la experiencia con él enriquece mucho”.
Con su padre, José Carlos, hace falta pasar poco rato para tener claro que es un tipo absolutamente feliz. Su hija Estefanía, tres años mayor que Carlos, no tiene ninguna discapacidad. “Volvería a tener a Carlos si viviera otras cinco vidas. Su madre y yo estamos igual de satisfechos de la experiencia con ambos. El de Carlos es un cariño diferente, muy especial”, asegura.
Carlos sigue siendo un tipo normal, a pesar de que su día transcurre entre entrenamientos incluso a veces dobles, su trabajo en prácticas en el Patronato Municipal de Deportes del Ayuntamiento y sus estudios que le llevarán a conseguir la ESO este año. Ahí es donde reside la diferencia entre él y nosotros: aunque en septiembre se colgara un oro en los Paralímpicos, él seguiría siendo un tipo normal. ¿Y nosotros, somos normales?

LA PELÍCULA DE LA CARRERA
La idea
La idea de este reto por la igualdad de oportunidades nace en la cabeza de los ‘cracks’ de Verdiblanca, Antonio Sánchez de Amo y Elena Sevillano. Al principio me pareció una locura.
Prolegómenos
Carlos era el anfitrión. Él me llevó al vestuario y luego a la piscina. Una vez dentro, su temple y su experiencia sirvieron para asentarme. Sinceramente: había nervios.
La experiencia
Todo el mundo sabía lo que pasaría. Carlos es un profesional de la natación, una ‘mala bestia’ en la piscina, como él dice, un delfín. Yo, en fin, tenía fundada confianza en que saldría a flote.
El ganador
Todos ganamos
El resultado de la carrera estaba claro, como claro teníamos que, al final, todos ganábamos. Personalmente, hacía tiempo que no tenía la oportunidad de vivir una experiencia tan intensa y tan pura. En un ratillo, en los 20 minutos que fui capaz de estar nadando, Carlos me enseñó mucho. Espero que a usted también.

CURRÍCULO Y RETOS.
1. Un referente FEDDI
Carlos ha sido varias veces campeón de España en la modalidad FEDDI, de discapacidad.
2. Un símbolo en Almería
Carlos es ya un deportista de referencia en Almería y Andalucía en términos generales.
3. Campeón de España 2012
Este mismo año, ha sido tres veces campeón de España y ha logrado dos récords de España.
4. Y ahora, Londres
El próximo gran reto son los Paralímpicos de Londres, donde espera estar este verano.

¿Por qué Expo Agro?

Además de otras muchas cosas, en Almería, ésta es la semana de Expo Agro. Me da la impresión de que, tras 26 años, ésta se ha convertido en una de las ediciones más importantes de la feria de la agricultura almeriense. Y lo es porque, probablemente, el campo, la agricultura y Almería necesitan hacer algo a la vez, juntos, unidos.
Los almerienses, entre otras cosas, nos distinguimos por tener una cierta tendencia a despreciar lo nuestro, a no sentirnos orgullosos de lo que tenemos, de lo que hacemos bien. Tal vez no sea algo especial sino más bien característico del ser humano; o tal vez no. Quizás sea una consecuencia de nuestra ubicación geográfica, de nuestro carácter, de nuestra historia. A finales del siglo XIX, en los 90 de aquella centuria, España entera estaba comunicada por ferrocarril. España entera, salvo Almería. La lectura de los periódicos de aquella última década del siglo es tétricamente deliciosa, con una provincia volcada, ilusionada y al mismo tiempo desazonada con las idas y venidas del ferrocarril a estas tierras.
Cien años después, la historia se repetía. Las comunicaciones siguen siendo el gran caballo de batalla de este territorio esquinado e históricamente olvidado, postergado por las autoridades, las instituciones, los mercados y los medios de comunicación. A Almería se le ha elevado a su máxima potencia el ‘esquinismo’ del que, geográficamente, hace gala sin más remedio.
Sin embargo, desde hace décadas, Almería hace algo bien. Qué demonios, muy bien. En algo, los almerienses somos los mejores de Europa, probablemente del mundo. Nuestra agricultura bajo plástico se ha convertido en un ejemplo para el planeta agrícola y nuestro mar de invernaderos es la superficie cultivada bajo plástico más extensa del viejo continente.
Y lo es a pesar de que, como buenos almerienses, no solemos hacer muchas cosas juntos, no gustamos de colaborar, de unir fuerzas, de remar en la misma dirección. Los almerienses, acaso por esa inercia histórica de sentirnos solos y olvidados, nos sentimos llevados por una irrefrenable tendencia a hacerlo todo a nuestra bola, obviando a quienes coinciden con nosotros en intereses.
Y uno de esos intereses es el de consolidar la ‘marca Almería’, eso que de un tiempo a esta parte escuchamos llamar el ‘Modelo Almería’ de agricultura.
No es fácil encontrar instrumentos que ayuden a significar la agricultura almeriense, los sensacionales productos de nuestra huerta invernada como algo conjunto, como una unidad de negocio ante Europa y el mundo. Y Expo Agro es uno de esos escasos elementos de unificación, de condensación de nuestro Modelo y de nuestro sector.
Expo Agro ha estado herida de muerte. Quizás lo siga estando. Sin embargo, este año va a haber Expo Agro. Y la va a haber gracias al tesón de un grupo de ‘chalados’, benditos ‘chalados’, que robándole horas a sus empresas, a sus negocios y a sus familias, sin interés personal alguno, se han vuelto a enfrascar en la obligación de mantenerla viva, por el bien de nuestra agricultura, que es el bien de nuestra provincia. Un grupo de luchadores entre los que, según he visto, no habido jefes sino indios, en los que como decía el viernes Juan Colomina en la presentación (todo un descubrimiento mediático’ este tipo, gracias precisamente a la Expo), lo que hay son ‘picapedreros’, currantes del día a día que se han vaciado para conseguir esta Expo Agro.
Probablemente, a la Expo le haya llegado el momento de que quienes no crean, metan el dedo en los costados; de que quienes no puedan, quieran; de que quienes hayan tirado la toalla, la recojan. Es momento de creer y empujar a la Expo Agro, de convertirla en un punto de encuentro y no de desencuentros, de hacerla embajadora de lo que aquí hacen miles de expertos en el cultivo, los agricultores; de juntar bajo un techo a todo el que se sienta parte del sector, de ese sector con forma de locomotora que mueve Almería desde hace 30 años. Es momento, en definitiva, de visitarla y vivirla sin preguntar, de no preguntar qué puede hacer Expo Agro por ti sino qué puedes hacer tú por Expo Agro y, con ella, por tu provincia, por Almería.

martes, 10 de abril de 2012

Para comérsela

Es una temeridad, pero merece la pena. Son las diez de la noche y me asomo por una de las ventanas que la montaña abre para ver el mosaico de luces de nuestra Almería, en plena Semana Santa. Es uno de los panoramas que, temeridad y legalidad al margen, un almeriense digno no debe perderse. Con el coche parado en el andén de la autovía y el reflectante calado hasta el corvejón, recorro sus calles volando entre las luces que las iluminan ya al caer de la noche.
Está para comérsela, Almería, todo el año, pero sobre todo en Primavera, en Semana Santa. La fiesta de la Pascua cristiana es una magnífica excusa para recorrerla, libre de prisas, de tensiones y estrés, enganchado detrás de un paso, se crea lo que se crea acerca de lo que pasará cuando se cierren los ojos para siempre o acerca de lo que les pasó a aquellos hace un par de milenios.
Bajando por la entrada de Pescadería, desde la Autovía, Almería es un cuadro de Visconti, con las luces de la Alcazaba reflejadas en las aguas del Puerto Pesquero, ayudadas por un puente de plata y oro tendido sobre la torre de San Juan.
Está Almería para andarla, para olerla, para estudiarla, para meterla en el bolsillo. Subiendo por la Calle de la Reina hasta las faldas de la Alcazaba, para mirar a la cara a esas casillas blancas y ocres que son alfombra hasta el mar; para perderse por la Almedina buscando historias legendarias de moros enamorados del imposible y de cristianos soñando en tiempos mejores.
Por las calles del recuerdo y de la historia, por Jovellanos y Mariana, por la Estrella, Almanzor o la Plaza de San Antón, por Arquímedes y Corbeta, por Duende, Arráez y Juez para oler a incienso como hemos olido; y por la Plaza del Cristo de Medinaceli y la de Bendicho, por Jovellanos, Arráez, Valente, Pedro Jover, General Luque o Cervantes y las plazas de la Administración Vieja y la de la Catedral, para saborear historias añejas de nuestra ciudad y a esa obra de arte centenaria del buen comer que son nuestras tapas.
Desde San Pedro a Flores, desde Purchena hasta la Emilio Pérez, desde Conde Ofalia hasta la Virgen del Mar, embelesados ante el Paseo que lo fue del Príncipe, de la República y del Generalísimo o la Rambla y el Nicolás Salmerón, jardines de lo almeriense que miran al Cable Inglés con ojos de futuro inmediato.
Está Almería para vivirla, más que nunca en Primavera, donde las esencias y los sentimientos se enamoran en sus calles en un idilio eterno, equinoccial y tropical, buscando nuevos caminos, nuevas sensaciones y nuevas pasiones. Para respirarla hasta el final, caminando por sus calles empinadas del casco histórico, recorriendo al atardecer su Paseo Marítimo con la vista puesta en los horizontes africanos, paseando por su Rambla o su Parque antiguo o perdiéndose en las inmensidades de su Catedral, de las Claras y las Puras, de Santiago y San Pedro, saludando a nuestro paso a los Langle o buscando a San Valentín, a Valente o al Cristo de Medinaceli.
Está, cada año más, para calar las palomillas a la solera de un buen paso y seguir la estela de su incienso. Está para caminar detrás del Calvario, la Estrella o la Burriquita, para hacerse peregrino con la Macarena la Pasión o el Gran Poder, para saludar como cada año a Pepe Morata, padre e hijo, mientras se ve pasar al Perdón desde la calle El Silencio, para Prenderse Estudiando hasta el Encuentro, para Escuchar el Silencio junto a la Angustia, sin Caridad para esas calles que esperan al Sepulcro en Soledad.
Si he muerto en la Primavera, en la Semana Santa de Almería, vive Dios que prefiero no Resucitar.

domingo, 1 de abril de 2012

El ‘ytumasismo’

¿Qué quiere que le diga, admirado lector? Por mí que paren este país, que yo me bajo. Sí, amigo, sí; resulta que la conclusión más sólida que he podido extraer de este convulso período marcado por tres citas electorales en apenas diez meses, dos huelgas generales, un cambio de gobierno estatal y otros cuantos autonómicos, provinciales y locales es que vivimos en el país del ‘y tú más’.
Una filosofía, ésta del ‘y tú más’, absolutamente generalizada entre la clase política, hecha credo en la sindical, adoptada por convicción entre la ciudadanía y con elevación a la enésima potencia en los medios de comunicación, de los que, por cierto, formo parte.
Sinceramente, me da bastante vergüenza la gentuza a la que, durante esta semana, he escuchado justificar hechos tan deleznables e injustificables como la quema de contenedores, las coacciones sindicales a los trabajadores que no tenían previsto secundar la huelga, las amenazas a comercios abiertos, las siliconas aderezadas con clavos y pegamentos (con la silicona se pueden hacer cosas bellísimas, pero incluso el pegamento más bien les valdría que se lo esnifaran) en cerraduras de tiendas y bancos, los cristales rotos y las agresiones. Y el justificante no era otro que, cómo no, el ‘y tú más’, porque resulta que en otros lugares más o menos alejados en los que, parece ser (todavía no he escuchado ningún testimonio directo), hay empresarios que amenazan a trabajadores con el despido si secundan el paro. Dos comportamientos, si es que éste último es cierto, que coinciden en la vergüenza, la bajeza intelectual sin límites y el auto-desprestigio preocupante para el género humano.
Pero no, amigo, no; lo que más vergüenza me da no es ese ‘ytumasismo’ instalado en la clase sindical y copiado matemáticamente por la ciudadanía. El ejemplo de esta filosofía de vida que más me aterra y avergüenza al mismo tiempo es el exhibido sin pudor por la clase política, ésa a la que hoy día se puede acceder a pesar de no haber superado la prueba de la ‘o’ con un canuto y encima presumir de ello.
Estamos en la semana en la que he leído a una dirigente socialista almeriense quejarse de que la ministra Báñez no ha cotizado nunca en ninguna empresa, acaso olvidando casos tan distinguidos de preparación intelectual para la política como los de Bibi Aído o, más allá, el fontanero ministro del Interior señor Corcuera.
Y todavía están los periódicos y las redes sociales trufados de las sentencias de ‘intelectualoides’ del bajo cero, aseverando que, tras la victoria del Partido Popular, España tiene lo que se merece; aún están todos esos canales de comunicación manchados hasta la saciedad de los reproches de resentidos y envidiosos que no aceptan la victoria de las mayorías y que arremeten contra el sistema cuando éste y la mayoría que lo dirige y orienta decide en contra de sus voluntades.
Y, fieles a la filosofía del ‘y tú más’, tras las elecciones andaluzas, los contrarios, también con su aparato pseudo-intelectual, con sus más magnos representantes y portavoces, arremeten de nuevo contra la voluntad popular, utilizando, cómo no, el mismo recurso filosófico de pastores y rebaños que sus rivales en la anterior ocasión, acusando a la ciudadanía de no tener remedio ni puta idea de cómo se ha de votar.
Sí amigo, sí. En este país vivimos. En un país en el que usted y yo, y el resto de ciudadanos, y los sindicatos que representan a un porcentaje minoritario de los trabajadores pero cobran de los impuestos que pagamos todos, y los políticos, y los periódicos, y los bloggeros, y los articulistas de más enjundia, todos hasta el gato, vivimos del ‘ytumasismo’ y rechazamos las normas, las mayorías y el sistema cuando no se hace lo que se nos antoja en cada momento. Y un lugar, un territorio en el que nos caracterizamos por nuestra incapacidad de salir a la palestra y reconocer que el contrario lo ha hecho mejor que nosotros y, sobre todo, de plantarnos ante un auditorio, mayor o menor, y admitir que la hemos cagado. Es mejor echarle la culpa al otro, al rival, al votante, a la norma, al sistema, al viento o al césped, que estaba alto.