domingo, 26 de junio de 2011

La izquierda y la derecha en un bar de carretera

Mire usted, cuando escucho a alguien hablar de izquierdas y de derechas, lo que me pide el cuerpo es mirar disimuladamente para otro lado. Y lo haría, si no fuera por esa puñetera manía mía de seleccionar con cuidado todos los charcos para meter el pie hasta la altura del sobaco.
En estos tiempos post-electorales, hemos podido ver cómo la formación extremeña más teóricamente de izquierdas cerraba la boca y bajaba los brazos para que el PP accediese al gobierno de su comunidad por vez primera, a la par que el poder central de su partido federal ponía el grito en el cielo en forma de amenazas.
El jefe de la izquierda más teóricamente de izquierdas de este país, mientras le guiña el ojo izquierdo con perfidia y sensualidad a los que presumen de que los partidos no les representan, utiliza la mano derecha para hundir la cabeza de sus tres subordinados-compañeros extremeños en un pozo de aguas turbias durante 30 segundos, con la esperanza de que cuando vuelvan a poder respirar, accedan al chantaje y renuncien al silencio, cambiándolo en favor de otro partido teóricamente de izquierdas.
Mientras, el Partido Popular, teóricamente de derechas, se frota las manos ante la nueva compañía progresista que le ha surgido en un bar de carretera extremeño, a la par que, liberado del peso electoral, le hace frente a ese corral de pollos del 15-M que, por otra parte y tal como estaba previsto, se lo ha puesto fácil, puesto que aprovechando que la consigna es libertad por encima de todo, en el corral se han colado todos los que no ven dónde empiezan las libertades de los demás.
No es fácil de analizar la cuestión de los tres diputados extremeños, que han tenido que elegir entre que todo siga igual que estaba o que cambie a lo que no quiere la dirección de su partido.
Y en mitad de la paradoja, el oscuro objeto de deseo de la dirección de Izquierda Unida anda por plazas y calles pidiendo listas abiertas y democracia directa, mientras el director general federal, camarada, proletario y asambleario excomulga a los que no han seguido la doctrina oficial de la coalición de teóricas izquierdas. Todo muy democrático y de listas de un abierto que para qué las prisas.
No es novedad: es bastante más sencillo pregonar la libertad en casa ajena que en la propia; la democracia directa queda muy bien en la teoría y siempre y cuando no afecte a lo que yo considero mío en derecho; y todos somos muy federales y estamos muy dispuestos a que entre todos decidamos sobre lo mío, siempre y cuando decidamos lo que yo considero más adecuado. Hasta ahí podíamos llegar.

lunes, 20 de junio de 2011

Pepe Salamanca

El primer recuerdo que guardo de Pepe Salamanca es de algún verano de mi niñez, en el Almanzora. Acababa de regresar del habitual paso estival por Ávila, querida tierra paterna, y tuve el tiempo justo de reengancharme a la Semana de Convivencia que él, con la colaboración de Ángel Alfonso, organizaban en el coqueto Club de Tenis Albox, como colofón formativo del Circuito Súper-Olé, en su primera etapa.
Aunque de ello haya pasado ya más de un cuarto de siglo, allí conocí a un Pepe Salamanca ya mayor, pero inyectado de la vitalidad que, desde entonces, cada vez que escucho a alguien, dentro o fuera de mí, decir que está cansado, ejerce como bofetada de orgullo para seguir adelante con la misma energía que el pasado jueves, en el Auditorio Maestro Padilla y con la ayuda de una muleta y del alcalde de Almería, el eterno impulsor deportivo subió al Auditorio Maestro Padilla para recoger el homenaje del deporte de base almeriense, a la par que la noticia de que Almería tendrá una calle con su nombre.
Mi padre sembró en mí la semilla del tenis, que este torpe redactor no supo hacer germinar en condiciones ni con los años ni con el esfuerzo. Antes de conocer a Pepe, había llegado a mi vida su hijo, ortodoxia andante de la docencia tenística en la entonces floreciente Comunidad El Oasis de Retamar. Su forma de entender el traslado de conocimientos, la educación deportiva y el trato humano, supe después al conocer a su padre, que no habían calado en él por arte de magia.
Años más tarde, en el Club de Tenis Almería, el padre del tenis almeriense tuvo dura tarea con un joven más impulsivo que razonable, dentro y fuera de la pista. Y lo afrontó con la paciencia y la sabiduría que me ha demostrado desde que se cruzaron nuestros caminos.
Los años y el destino quisieron que, ya con la raqueta marchita, me volviera a encontrar con Pepe Salamanca en el ejercicio de la profesión que aún me mantiene en pie. Ahora era mi obligación intentar devolver al maestro su paciencia, su apoyo, su conocimiento y su pasión por las cosas, que en algo caló en mí, echando una mano al deporte con el que él había contribuido a educar a cientos o miles de almerienses.
En Albox y en Almería, en Vera y en El Ejido, en Huércal Overa y en la Michelín (hoy CN Almería), en el Indalo y en Mojácar, en Roquetas, en Adra, en Guadix, en Lorca, allí donde mi visión se ha topado con una pista de tenis, siempre he visto a un señor, a un caballero del deporte que mezclaba la pasión de quien se deja la vida en cada proyecto con la razón que siempre indica que sólo un paso tras el otro acaban arribando al destino.
De su fuerza, de su fe, de su confianza en que el trabajo y el esfuerzo lo pueden todo, lo mismo que me enseñaron mis padres desde el principio, me he apropiado algo para mi filosofía de vida. Hoy, cuando los apoyos son ya una necesidad para seguir andando todos los caminos, subiendo todas las montañas y nadando todos los mares, Pepe Salamanca sigue siendo un faro para el deporte de Almería y para un servidor. Sólo espero que esa calle que el Ayuntamiento de Almería le ha comprometido, tenga algún lugar en el que poder sentarnos, a la luz de un par de cafés, para brindar con palabras por sus enseñanzas y mis esfuerzos.

domingo, 12 de junio de 2011

¡No nos representan!

Tengo que reconocer que, como ya expresé aquí mismo hace unas semanas, el movimiento de los ‘indignados (pero sólo ahora)’, del 15 M y de la democracia real ya me había generado serias dudas desde el inicio. Y, al mismo tiempo, es justo reconocer que, junto con esas dudas, también me había provocado la atracción que supone lo novedoso, lo rebelde, lo diferente y lo que le hace frente a los estamentos establecidos.
En esa lucha entre el joven rebelde que poco a poco va abandonando mi cuerpo y mi alma y la razón que tiene en parte la culpa de ese abandono, me he movido desde el primer día que los protestantes aparecieron en su primera plaza, que creo que fue la de la Puerta del Sol, si la senilidad prematura no me ha robado también la memoria.
Sin embargo, en mi batalla interior, las razones de los indignados han ido perdiendo fuerza hasta acabar doblando definitivamente la rodilla este sábado, a las puertas del Auditorio Maestro Padilla, en una ‘concentración móvil’ que abandonaba la Plaza de la Leche para apostarse en el lugar donde la ciudad de Almería iba a constituir su Ayuntamiento, democráticamente elegido.
Y, curiosamente, la razón fundamental que ha hecho perder en mí la batalla a los defensores de la ‘democracia ¿real?’ han sido sus propios eslóganes, sus propios cánticos mientras, dentro, se escenificaba la celebración de la democracia misma.
Escuché alguna que otra imaginativa estupidez, como lo de ‘no hay pan para tanto chorizo’; algún alarde de amor propio, como aquello de que ‘sin nosotros, no sois nada’; pero la prueba definitiva de que la mecha llegaba a su fin fue aquello de “¡No nos representan!”, algo tan obvio como si se hubieran dedicado a desgañitarse espetando “¡Hoy ha salido el sol por Levante!” o “¡Aquí hay rubios y morenos!”.
Más allá de que la concentración de protesta a las puertas del Auditorio, en representación de los que quieren un cambio de sistema, no iba más allá del medio centenar de personas humanas, generosidad en mano, creo que ha llegado la hora de explicarles a estos señores que precisamente la esencia de la democracia real reside en que quienes nos gobiernan no nos representan a todos, por supuesto no a ellos, sino tan ‘sólo’ a la mayoría. Claro que ellos hubieran querido otro sistema y otros representantes, pero parece más justo que las decisiones se tomen en función de lo que opinan los que más, y no de lo que piensan los que menos.
A lo largo de la historia, hemos conocido sistemas en los que el gobierno y la dirección de las cosas ha estado en manos de quienes han tenido más fuerza para imponerla, de quienes llevaban tal o cual apellido o de quienes tenían más capacidad para manejar el poder y atraer apoyos e intereses, independientemente de si eran o no mayoría. En este país, sin ir más lejos, casi no acabamos de salir de una dictadura en la que un tipo permaneció cuatro décadas en el poder por el simple hecho de que había ganado una guerra, sin mayor representatividad que la de los fusiles.
Ahora, en cambio, disfrutamos del que Winston Churchill definió como el menos malo de los sistemas. No dudo de que habrá otros mejores, pero en tanto en cuanto no nos presenten uno, rogaría a quienes ocupan el espacio público común que se retiren y que ayuden, desde dentro, construyendo y no destruyendo, a mejorar este sistema. Y, ya de paso, que utilicen su ingenio en esa labor, en lugar de en frases más o menos ocurrentes para el Twitter.

domingo, 5 de junio de 2011

Minuto y medio

¿Se ha parado usted a pensar cuántas cosas se pueden hacer en minuto y medio? Cosas maravillosas y deleznables, grandes proyectos de vida y para la humanidad, genialidades que marcarán época y estupideces que no serán menos.
En minuto y medio se han gestado las mayores civilizaciones, se han firmado acuerdos que han marcado la historia, se han iniciado y cerrado relaciones de amor y de odio, de negocios, de política, de amistad, se han apretado botones que han causado la devastación y se han tomado decisiones que han acarreado el final para mucha gente.
En minuto y medio se ha engendrado a los grandes genios de la humanidad, se han consumado grandes (más bien pequeños) orgasmos precoces, se han roto magníficas parejas y se han sellado otras con besos de anuncio.
En minuto y medio, lo que usted tardará en leer este artículo a poco que haya superado la primera Cartilla Palau, caben 90 segundos y 900 décimas de segundo. Y en todo ese tiempo caben mil y una sensaciones, mil y un mensajes, mil y una emociones, mil y una frustraciones, mil y una ilusiones.
En minuto y medio, aunque usted no lo crea, se pueden meter muchas historias o una sola, todo y nada, una vida entera y un largo y eterno suspiro interminable.
Minuto y medio, 90 segundos, 900 décimas es lo que dura cada uno de los cortos del certamen Cuéntalo en 90 segundos, en cuya gala de entrega de trofeos me vi el pasado sábado en un abarrotado Auditorio Maestro Padilla, que desbordaba juventud, ilusión, ganas, futuro, alegría, desparpajo, nervios y talento, mucho talento.
Cinco años se han cumplido de este pequeño gran certamen, otro de los motivos para que los almerienses nos sintamos orgullosos de nuestra cultura y de la gente que la crea y la desarrolla cada día, muchas veces sin que nos enteremos.
Cinco años y, en éste, 587 trabajos presentados, 83 seleccionados, 30 exhibidos en la gala y catorce premiados en un evento en el que los formalismos tenían prohibida la entrada y la naturalidad, el destino y el genio eran los protagonistas. La competencia es feroz. Hay mucha más gente de la que imaginamos haciendo buen cine en este país, muchos de ellos con menos recursos que McGiver. Pero “no podemos rendirnos”, tal como espetaba una de las galardonadas desde el escenario al recibir su premio.
Todos ellos, todos, saben ya lo que es condensar sus sentimientos, sus mensajes, su creatividad y su arte en 90 segundos. Y están dispuestos a que Almería vuelva a ser la tierra en la que se citen el bueno, el feo y el malo por mil dólares al día, en la que la muerte tenga un precio, en la que Indiana afronte su última cruzada, en la que nos enteremos de cómo son las cosas de la vida y del querer sin dejar de sentir la llamada de África y en la que Alfredo Landa se pueda ir a ligar al Oeste. Porque 900 décimas de segundo no son menos que 900 balas.