jueves, 2 de diciembre de 2010

Al señor Puigcercós

Estimado señor Puigcercós. Permítame que le advierta, antes de empezar, que me considero una persona extravagante y poco al uso, en cuanto a mi idea de España y que esta idea, probablemente, me acerca bastante más a usted que a la mayoría de los españoles.
Parto de la base de que me importa bastante poco si los países se llaman España, Turquía o como quieran llamarse; y no mucho más si las fronteras están un palmo más acá o más allá. Me preocupa bastante poco quién manda en cada país y cuál es la ideología que blande a la hora de hacerlo, puesto que considero bastante más interesante el grado de eficacia que tiene cada gobernante, al margen de las siglas que sostiene. Como verá usted, señor Puigcercós, soy ‘algo’ bastante alejado de un nacionalista, sin que tampoco me considere ‘anti-nacionalista’.
Pero como le decía, mi visión de España está, probablemente, más cerca de usted que de la mayoría de los políticos, puesto que considero que España es un todo bastante heterogéneo, que en este momento puntual vive bajo una fórmula legal y política concreta, pero que ha variado de manera notable a lo largo de los siglos.
Además, considero fundamental el respeto a las diversas culturas y formas que en el territorio que hoy identificamos como España, e incluso a las diferentes naciones que pueden haber evolucionado dentro de él. Como verá, hasta ahora poca queja podrá usted tener de mí.
Y para colmo, también soy un ser humano que procura, aunque no siempre lo consiga, huir de los prejuicios y de las valoraciones superficiales que nos provocan los comportamientos mediáticos de quienes, como usted, tienen reflejo y protagonismo en los medios de comunicación. Creo que para tener opinión de un individuo, hay que rasgar algo más allá del papel periódico. Ya le digo que, a estas alturas de artículo, casi habrá usted pensado que soy el yerno perfecto.
Siento aguarle la fiesta, a partir de ahora. Porque, si bien coincido con usted en algunas cosas de mayor o menor trascendencia, también estoy de acuerdo con mi colega, Carlos Herrera, en aquello que le he escuchado alguna mañana: eso de que “en España no cabe un tonto más; como nazca uno más, se caen por los bordes”.
Y no quiero decir que la frase tenga una aplicación directa con usted, líbreme Dios. Sin embargo, para terminar de hacerme una idea acerca de usted y de sus correligionarios, no sabe usted cómo me satisfaría que me dijeran dónde coño hay que ir para que le devuelvan a uno los miles de euros que mis empresas pagan al cabo del año, porque, se lo juro por la señera, por los castellets y por Joan Laporta, que cada vez que me llama mi asesor por teléfono y se acercan los trimestres del IVA o el fatídico junio del impuesto de sociedades, a uno le empiezan a temblar las canillas como si se le plantara delante uno de esos magníficos ‘correbús’, que tanto ejemplo dan de cicismo, cultura y tradición racional.
Lo dicho, señor Puigcercós, quedo a la espera de sus noticias, puesto que dado que en Andalucía “no paga impuestos ni Dios”, empiezo a tener claro que uno lleva ya demasiados años haciendo el gilipollas. Reciba usted un cordial saludo, mi pésame por las elecciones y mi enhorabuena, como culé, por ese 5-0 del que, fíjese, también coincidimos en la satisfacción.

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