Anónimos
Internet, las redes sociales, los foros,
los blogs, las comunidades y, en general, todos los espacios libres y abiertos
a la participación del ciudadano han supuesto algo más que un soplo de aire
fresco para unas estructuras comunicativas e informativas que se nos habían
quedado algo pequeñas. La prueba es que, desde que estalló el boom de las redes
sociales, los medios de comunicación, que en su mayoría titubearon en un
principio, han terminado subiéndose todos al carro y empujando como el que más.
Pero como digo, las redes son algo más
que un soplo de aire fresco, son un instrumento para llegar a las conciencias,
un activo contra la intolerancia, un foco de pensamiento, un ágora de
modernidad y un ariete contra formas injustas perpetuadas en el tiempo. Ahora
bien, como todo, las redes e internet también tienen sus imperfecciones, que
lejos de demonizarlas, han de servir para perfeccionarlas. Y una de ellas es el
anonimato, ese arma vil y cobarde que, si bien en ocasiones es esgrimida como
única salida para quien no puede manifestarse de otra manera, en la red se ha
convertido en la salida de quienes no son capaces de sostener sus estupideces,
sus mentiras, sus amenazas y sus frustraciones como ‘abajofirmantes’.
Una de las frases que mejor ha definido
la cobardía a lo largo de los tiempos la enunció Johann Goethe, quien dijo aquello
de que “el cobarde sólo amenaza cuando está a salvo”. A salvo se creen quienes
amenazan, insultan, mienten miserablemente, inventan lo que no son capaces de
crear y manchan el buen uso de un instrumento que, entre otras cosas, ha
contribuido a derrocar dictaduras y a salvar vidas.
Hace unos días, en la red se ha ‘lapidado’
a Sara Carbonero. Las lapidaciones físicas también tienen mucho que ver con el
anonimato y el amparo en la masa informe. No es éste el momento de hablar de
ella en cuestión. Tengo mi opinión, claro que sí, que tiene mucho que ver con
ese deporte nacional que practicamos con fruición en esta santa tierra: la
envidia. Pero insisto, lo más despreciable, lo más vergonzoso, lo que degrada
al ser humano hasta su más ínfima condición es esa lapidación social y anónima
de una persona pública que se ha practicado en estos días con ella.
Yo también, a una escala mínima e
incomparable, he sufrido esta semana el vano intento de desgaste por parte de
un grupo (escaso, supongo, al no estar identificados) de cobardes que,
insultando y mintiendo, han intentado invadir mi blog sin tener la decencia ni
la delicadeza de identificarse. Hay soluciones para todo, incluido para eso,
aunque a veces paguen justos (los que sí se identifican) por pecadores. Acaso lo
que no tenga remedio es esa falta de gallardía, esa ausencia de valor para
sostener las ideas, sean las que sean, incluso los insultos, adornados con un
nombre. Ignoran, ellos, que la verdadera vergüenza no reside en expresar
determinadas ideas, sino en el propio contenido de las mismas.