¿Y si nos dejamos de tonterías?
Mire usted, ya está bien. Sí, sí; ya
está bien de estupideces, de brindis al sol, de alegorías, de serenatas a la
luz de la luna y de poesía romántica ante un par de velas perfumadas. Aquí lo
que nos estamos jugando, desde hace más tiempo del que a usted le parece, es el
pan nuestro y el de nuestros hijos.
Claro que nos gustaría que fuera todo de
otra manera, que pudiéramos estar pensando en auroras boreales y en la cara
oculta de la luna, pero la realidad es que hay cada día más gente buscando en
los contenedores de basura, que los comedores sociales ya no dan abasto, que no
tenemos ni puta idea de si cuando vayamos al hospital nos terminarán cobrando o
no y, por desgracia, empezamos a estar bastante seguros de que, cuando nos
hayamos convertido en flamantes ‘jubiletas’ y por fin nos podamos dedicar a ver
obras, no habrá pasta para pagar nuestro dorado y prometido retiro.
Vivimos en un país con más de cinco
millones de parados y subiendo. En un país donde ya ha llegado el momento de
tocar lo que parecía intocable, de cuestionar determinados aspectos de la
educación, la sanidad y las políticas sociales que deberían ser sagrados. Pero
ya no hay dinero y todo se ha convertido en pedestre, en opinable y, sobre
todo, en sacrificable. Y en mitad de todo esto, seguimos siendo víctimas de una
panda de burócratas iluminados que nos siguen tocando los cojones cada vez que
algún tipo decide poner en marcha un gran proyecto empresarial que bien pudiera
darle trabajo a algunos miles de esos millones de jodidos parados. Seguimos
sufriendo cómo, de vez en cuando, unos tipos que se creen que sus sueldos son
eternos y crecen en los árboles, nos lanzan, de soslayo y desde su torre de
cristal, profundas miradas de desaprobación cada vez que tenemos delante una
vía de escape, una solución al pozo económico en el que, en gran parte, ellos
mismos nos han metido con su política de pitiminí y su ‘burro-cracia’ de papel
de fumar.
No es un mal local; no señor. Está
extendido y ha gangrenado todo el funcionamiento de la estructura patria, pero
la verdad es que en Almería se muestra con su mayor crudeza. Si a estos
señoritingos de alta casta político-funcionarial, siempre amedrentados por esos
otros ‘ecologistas de profesión’, se les ha atragantado desde el principio el
Algarrobico, un proyecto que nos podría regalar más de 2.000 ‘curros’ más o
menos estables, esta pasada semana nos hemos enterado que han denegado nueve
proyectos de campos de golf de interés turístico, uno de ellos en Almería;
entre todos los cuales bien se podría superar la cantidad de 10.000 puestos de
trabajo creados.
Y yo me pregunto: ¿si la economía de sus
casas, si el pan de sus hijos, si sus pensiones, su sanidad, la educación de
sus chavales y sus vidas en general dependieran de talar un árbol de su jardín,
no lo harían? Pues a ver si se dejan de gilipolleces de una vez y piensan con la
cabeza de todos.