domingo, 6 de febrero de 2011

El peine y los sindicatos alemanes

Ha tenido que venir la señora Merkel para que se entere un servidor de cómo funcionan los sindicatos alemanes. Y para poder ratificar que, efectivamente, hay otra forma de organizar la cosa sindical.
Resulta que la señora canciller (por ahí he escuchado también aquello de cancillera; normal) nos ha contado que los sindicatos alemanes se financian al 100% con el dinero de sus afiliados. Algo que, si no estuviéramos en España, nos resultaría lo más normal del mundo.
Uno, en su inocencia, podría preguntarse, ¿quién demonios va a financiar a los sindicatos que no sean sus propios miembros? ¿Acaso alguien financia a la asociación de sexadores de pollos de Robledillo de la Vera? ¿O a la de gaiteiros de Sanxenxo? Pues eso.
Pero no. Aquí no resulta llama la atención que alguna mente privilegiada, en su día, decidiera que los trabajadores germanos que quisieran erigirse en un grupo para la propia defensa de sus intereses y recibir servicios de forma conjunta, algo absolutamente legítimo y, si me apura, necesario, lo hicieran a costa de sus propios bolsillos.
Me dirá usted, y con razón, que no vamos a comparar. Que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Un dicho tan español como la propia cultura del subsidio. Allí arriba, en la tierra de Bismark, prima la cultura del mérito, del llegar allí hasta donde mi esfuerzo, mi preparación y mi afán de superación me permiten.
Por estos lares, en cambio, usted va en junio a pagar sus impuestos pensando que, con ellos, se construirán puentes, se realizarán políticas sociales para los más necesitados, se reforzarán la industria, la agricultura y el turismo o se fomentarán la cultura y la educación. Pero además de todo eso, más o menos, también se destinará una parte para pagar los sueldos de los liberados sindicales (vía cursos y subvenciones), aquéllos que quieren que se mantenga la misma situación laboral de los trabajadores que existía cuando no había crisis y sí bonanza económica; ésos que no dejan de percibir sus sueldos en los días de huelga; los mismos, en definitiva, cuyo oficio consiste en que existan conflictos laborales, puesto que, de lo contrario, no tendrían nada que hacer.
Como he dejado escrito en más de una ocasión, los sindicatos fueron una pieza clave en la conformación del actual sistema de libertades, hace años. Hoy, pasado el tiempo, mantienen las mismas formas y estructuras que entonces. Y necesitarían que alguien les ‘pasara un peine’ porque andan más perdidos que Mourinho el Día de la Concordia.

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