martes, 15 de marzo de 2011

El cuerpo

A medida que voy soplando velas en la tarta, me voy convenciendo más de que uno de los grandes problemas que ha tenido y sigue teniendo la humanidad es esa manía que tenemos los bípedos de querer resolver lo que creemos que son problemas del prójimo, sin preguntarle al interesado.
Una de las ‘soplapolleces’ más recias que escucho cotidianamente es eso de la explotación de la imagen de las personas, especialmente de las mujeres, de las mujeres guapas. Hoy día, es poco menos que delito estar buena en este país y utilizar tu imagen para promocionar un producto, para salir en un programa de televisión o para protagonizar una película.
Hace años, esto era pecado. Pero como ahora los pecados se han dulcificado y relajado bastante, nos ha nacido una nueva ‘inquisición’, que llaman feminismo y que consiste en castigar a quienes tienen una imagen, digamos agradable, y la quieren explotar.
Resulta muy curioso que, en la mayoría de los casos, estos nuevos ‘torquemadas’ del siglo XXI no se distinguen precisamente por su condición de ‘adonis’; más bien todo lo contrario. Llama la atención que la mayor parte de quienes piensan que sacar a un tipo cachas en un anuncio o a una tía ‘buena’ en ropa interior es una degradación de su imagen y del género humano, son gente a la que da miedo mirar dos veces, tipos feos y feas, políticamente correctos pero físicamente retorcidos, acaso tocados por cierta suerte de envidia de aquello que ellos consideran una humillación. ¿La humillación no será no tener esos físicos de exhibición?
Hoy día, distinguirse por el intelecto tampoco está demasiado valorado. Es mucho mejor ser una princesa del pueblo, o del barrio o de la madre que las parió. Pero todavía está bastante peor visto el distinguirse por el físico. Así pues, si no podemos destacar ni por la mente ni por el cuerpo, sólo nos queda meternos en un plató de televisión y tirar de ‘verdulerismo’, que es lo que mola.
Engancharse ocho horas diarias de biblioteca o de gimnasio empieza a estar igual de mal considerado. Porque tanto la mente como el cuerpo, el intelecto como el físico, se pueden trabajar, desarrollar y mejorar. El problema es que para ello se requiere cierto esfuerzo. Y claro, no están los tiempos para esforzarse, que estoy cansado. Es mucho mejor cobijarse tras un micrófono o en una asociación feminista y despotricar contra seres humanos que se pasan el día entero trabajando su físico, para ganarse la vida con ello.
Pero lo más grande de todo esto, lo más alucinante, es que no he escuchado a ninguno de estos modelos, a ninguna de estas bellezas de la pasarela y de la televisión, quejarse por la explotación, la denigración y la humillación a la que son sometidas por la sociedad y el mercado, al pagarles un ‘pastón’ para que muestren sus tabletas de chocolate, sus nalgas prietas, sus pechos firmes y sus bíceps amenazadores.
Así las cosas, cada vez que escucho a una tipa que supera con creces la arroba de peso, a un tipo con gafas de ‘culovaso’ o a una señora con unos bigotes que para sí los quisiera Miguel de Cervantes, rajando a lengua partida sobre lo rastrero y humillante que es mostrar al mundo un cuerpazo, ya sea en versión masculina o femenina, sólo se me ocurre una frase: ¡Te quieres ir ya!

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